El contrato con Australia es ilegal porque viola la Constitución Nacional y engañoso porque ocultó a la opinión pública que abría la Argentina al peligroso negocio del tratamiento de basura nuclear extranjera.
Por Raúl A. Montenegro. Doctor y Biólogo. Profesor Titular de Biología Evolutiva en la UNC. Presidente de FUNAM.
En 1945 un grupo de físicos, ingenieros y militares hizo explotar la primera bomba atómica en Alamo Gordo y fabricó los dos artefactos nucleares que luego se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Pudieron hacerlo no solo porque tenían conocimientos científicos y técnicos, sino también porque su proyecto era secreto. Los ciudadanos comunes jamás supieron lo que pasaba en sus laboratorios, ni fueron consultados. Ese puñado de investigadores jugó a ser Dios e inició una carrera armamentista que todavía continúa. Olvidaron que la sociedad no se construye solamente con ciencia, sino también con sensibilidad, transparencia y control social. Transparencia que tampoco tuvo el contrato firmado por INVAP y ANSTO. El gobierno anunció a los cuatro vientos que se había vendido un reactor pero ocultó que sus residuos radiactivos vendrían a la Argentina. Creyeron que esa violación al Artículo 41 de la Constitución nacional nunca se sabría. Pero tuvimos acceso a documentación australiana que lo confirmaba, y el 10 de octubre lo revelamos públicamente. Se disparó entonces un debate que INVAP nunca quiso, y que forzó a los gobiernos de Argentina y Australia a firmar un Acuerdo Nuclear para blanquear la ilegalidad del contrato, que además es nulo. Porque el Artículo 1207 del Código Civil dice que “Los contratos hechos en país extranjero para violar las leyes de la República son de ningún valor en el Estado (argentino)”.
Desde agosto del 2000 rige en Argentina la Convención Conjunta que se aprobó en Austria para regular la seguridad de los materiales radiactivos. Establece que cada país define si el combustible nuclear agotado es residuo radiactivo o no, algo que la Argentina ya había establecido un par de años antes por ley 25018. Su Artículo 3 considera residuo a todo material radiactivo que no tenga previsto usos inmediatos posteriores. Este es el caso del combustible nuclear que vendría de Australia, ya que una vez tratado en la Argentina sería devuelto y enterrado en ese país. Por eso el Contrato y el Acuerdo Nuclear violan el Artículo 41 de la Constitución Nacional, una opinión que sostienen los prestigiosos constitucionalistas Daniel Sabsay, Antonio María Hernández y José Esaín, y el Colegio Público de Abogados de Capital Federal. Vender reactores es legal, pero importar basura nuclear no lo es.
No hace falta ser físico para saber que el combustible nuclear agotado de Australia tiene los mismos materiales peligrosos que hay en las piletas de enfriamiento de Atucha o Embalse, y que aquí son residuo. Los más riesgosos son Cesio 137 (vida media: 30,1 años), Estroncio 90 (vida media: 28,5 años), Iodo 131 (vida media: 8,04 días). También hay Estroncio 89 (vida media 50,5 días), Rutenio 106 (vida media: 368 días), Cesio 134 (vida media: 2,06 años), Plutonio 239 (vida media: 24.390 años, muy tóxico además) y Criptón 85 (vida media: 10,76 años). Estos y otros residuos radiactivos son los ingredientes de un cocktail que conserva su peligrosidad durante 1.000 siglos.
La industria más peligrosa del planeta.
Actualmente solo se dedican al tratamiento comercial de basura radiactiva dos países, Gran Bretaña y Francia, Rusia se incorporó al club con sus instalaciones en Mayak (el lugar más contaminado del planeta), y Argentina quiere ser el cuarto país. El primer paso fue el contrato con Australia, el segundo tuvo forma de Acuerdo. Llama la atención que los Diputados no se preguntaran porqué hay solo dos naciones dedicadas al tratamiento comercial de basura nuclear extranjera. Deberían saber que si bien muchos países del Primer Mundo tienen los recursos financieros y técnicos para ofrecer ese servicio, decidieron, a conciencia, no hacerlo. Esas naciones saben mejor que nosotros (y que muchos de nuestros Diputados) que tratar residuos radiactivos es la industria más sucia, contaminante y riesgosa del planeta. Sobre todo a partir del 11 de septiembre. Recordemos por otra parte que INVAP no se haría cargo del tratamiento sino la CNEA, y que construir las instalaciones para hacerlo (no necesariamente seguras) costaría más de 600 millones de dólares. INVAP gana 90 millones de dólares por un reactor, y la CNEA tendrá que gastar 7 veces más para poder tratar la basura de Australia. Así es fácil vender reactores y calificarlo de desarrollo. Australia nos necesita porque la industria internacional de tratamiento y retratamiento está en crisis. Basta leer el informe que los expertos J. Chapin, B. Dessus y R. Pellat hicieron para el gobierno de Francia hace dos años. COGEMA, la empresa francesa de tratamiento, tiene un futuro oscuro. Alemania ya no le envía remesas, y a partir del 2005 las suspenderá definitivamente. También peligran los contratos de COGEMA con Japón, que construye su propia planta en Rokkasho. Escocia por su parte suspendió la recepción de combustible nuclear agotado procedente de Australia. Por eso emergen Mayak en Rusia, y la descabellada e ilegal propuesta de INVAP para que el Centro Atómico de Ezeiza se haga cargo de la basura nuclear australiana. Quien tenga dudas sobre la gravísima contaminación que producen estas plantas puede recorrer los alrededores de Sellafield en Gran Bretaña, La Hague en Francia y Mayak en Rusia, o analizar los trabajos de investigación que se hicieron allí.
La aprobación del Acuerdo nos expone a tres riesgos extremos: el viaje de los residuos radiactivos desde Australia hasta los puertos de Buenos Aires o Bahía Blanca, el recorrido por tierra en la provincia de Buenos Aires y su alojamiento temporario en el Centro Atómico de Ezeiza (varios años), y el viaje de regreso de los residuos tratados a Australia, también por mar. Si un accidente o atentado terrorista produjese la ruptura de los contenedores con combustible nuclear agotado, sin tratar, sus residuos radiactivos se liberarían al ambiente. Lo peor que puede suceder en esos casos es que haya fuego y corrientes ascendentes de aire caliente que diseminen los radioisótopos. En general cada envío por barco y por tierra llevará un pequeño y potencial Chernobyl.
¿Qué sucede en el ambiente con estos radioisótopos?. La radiación pude dañar o matar seres vivos, y los materiales radiactivos ingresan a las cadenas alimentarias. El cesio 137 actúa químicamente como potasio no radiactivo, y el estroncio 90 como calcio no radiactivo. Por eso el cesio 137 se almacena mayoritariamente en músculo y el estroncio 90 en hueso. Ambos aumentan además su concentración a lo largo de la cadena alimentaria. Tanto dentro como fuera del organismo emiten rayos Gamma y partículas Alfa y Beta, que al ingresar a la célula viva se comportan como si fuesen elefantes enloquecidos dentro de un bazar. Ionizan los átomos y rompen moléculas importantes para la vida. También generan enormes cantidades de radicales libres que dañan las membranas celulares y los códigos genéticos (ADN). Si se modifican los genes que regulan la división de una célula, ésta pierde su freno y se multiplica indefinidamente (cáncer). Altas y bajas dosis de radiación también pueden modificar el código genético de las células sexuales haciendo que las anomalías se transmitan a los descendientes. Gracias a los trabajos de Abraham Petkau sabemos que aún la radiación de bajas dosis es muy peligrosa, y que biológicamente no hay ningún nivel seguro de radiación ionizante.
La sombra del 11 de septiembre.
Lo que tampoco dicen algunos políticos ni INVAP es que los transportes por mar y por tierra y los depósitos del Centro Atómico de Ezeiza quedarían expuestos al terrorismo internacional. Esto nos preocupa porque Argentina ya sufrió dos atentados (AMIA y Embajada de Israel), y el viejo reactor nuclear de Lucas Heights en Sydney estuvo entre los objetivos de una célula terrorista desbaratada por la policía de Nueva Zelandia. Otra posibilidad es que un gran avión comercial caiga accidentalmente sobre las instalaciones de Ezeiza, ubicadas junto al aeropuerto internacional más activo de Argentina. En ambos casos sería una catástrofe, ya que se liberarían enormes cantidades de residuos radiactivos. No olvidemos que los residuos de Australia se sumarían al combustible nuclear agotado, nacional, que ya almacena el Centro Atómico. Otra posibilidad es un accidente en las piletas de almacenamiento que contuvieran combustible agotado de las centrales nucleares de Embalse y Atucha I. Al problema lo plantea en este caso el zirconio. Gordon Thompson, del Instituto para Estudios sobre Recursos y Seguridad, sostiene que si una pileta pierde accidentalmente el agua, el zirconio del combustible agotado puede reaccionar con el aire e incendiarse a temperaturas que superan los 1.000 grados centígrados. La Comisión Regulatoria Nuclear de Estados Unidos, NRC, admite que un incendio de este tipo no podría ser extinguido y que ardería furiosamente durante varios días.
Los atentados del 11 de septiembre cambiaron las estimaciones sobre riesgos. Las instalaciones nucleares no están hechas para resistir el impacto deliberado de un Boeing 747 con 397 toneladas de peso y 216.000 litros de combustible, o de un Airbus 380 con 560 toneladas y 310.000 litros de combustible. Romperían el confinamiento del material radiactivo, y la quema de combustible generaría importantes corrientes ascendentes de aire que lo dispersarían. David Kyd, del Organismo Internacional de Energía Atómica, dijo que “si se considera el riesgo de un jumbo jet cargado de combustible, es claro que las plantas de energía nuclear no fueron concebidas para soportar su impacto”. La probabilidad de que un gran avión penetre un cemento de 30,48 centímetros de espesor es del 100%, y para un cemento de 182,88 centímetros esa probabilidad de penetración es del 32%. Si los reactores no pueden soportar un gran impacto, la resistencia de las plantas de tratamiento y de sus piletas de almacenamiento, como la del Centro Atómico, es mucho menor. Existe además otra realidad. En nuestro país los sistemas de seguridad también están afectados por la crisis económica. ¿Con qué presupuesto se controlaría el traslado y operación de basura nuclear extranjera?¿Quién respondería en caso de accidente?. ¿El Estado nacional, quebrado y en crisis?.
Australia solo será el primer paso. Gracias al Acuerdo Nuclear se firmarán luego nuevos contratos para tratar aquí el combustible nuclear agotado de otros países. La ilegalidad será seguida de irracionalidad. Pero la sociedad está reaccionando. Más de 100.000 médicos argentinos rechazaron el ingreso de residuos, y en una reciente encuesta el 86% de los entrevistados se opuso al ingreso de basura nuclear australiana. El secreto ya se rompió, y nada volverá a ser igual. Cuando la gente sabe la verdad no hacen falta físicos ni biólogos, solo tiempo.